Celestino Álvarez
Celestino Álvarez González

Celestino aprendió las primeras letras en la escuela de Villanueva y más tarde el oficio de carpintero. Mientras se ejercitaba en este oficio, conoció a un carpintero de Miñagón que había estado en Cuba, y lo que contaba de allá animó a Celestino a embarcar. Marchó con trece años recién cumplidos, como era normal en la época, desembarcando en el puerto de La Habana en diciembre de 1894.

La despedida de su pueblo se refleja en uno de sus escritos en El Progreso de Asturias:

“Corría el mes de noviembre de 1894. El frío se dejaba sentir intensamente. Las cumbres de Penouta y de Busmente amanecían engalanadas con blancas tocas, como dispuestas a una ceremonia nupcial con el invierno... Una mañana de aquellas, abandoné la aldea transido de dolor”.

Los comienzos no fueron fáciles: no llevaba carta de recomendación ni encontró trabajo como carpintero. Al fin, antes de llegar a la penuria, un pariente lejano le coloca en una «bodega», comercio de víveres generalmente propiedad de españoles, en la colonia del Ingenio Soberano. En plena guerra de Cuba el general rebelde Máximo Gómez quemó el ingenio, por lo que quedó sin trabajo y hubo de emplearse como sirviente en el ingenio Santa Catalina, y después de lechero. En este ingenio contrajo el paludismo y, superada la enfermedad, la dueña de la casa decidió que Celestino se quedara en ella como criado. Poco tiempo después contraería el tifus, superado gracias a los cuidados y atenciones de aquella señora. En este ingenio había algunos libros, y así leyó, con entusiasmo y considerándose muy dichoso, el «Quijote», «Los tres mosqueteros» y «El conde de Montecristo», «El Mundo Físico antes de la Creación» y «La bestia humana» de Zola, entre otros muchos.

Cumplidos los diecisiete años, regresa a La Habana, donde vuelve a trabajar en una «bodega» hasta que pudo emplearse en la tabaquería de Romeo y Julieta, que pertenecía al asturiano Pepín Rodríguez, ocupando el empleo de lector, institución promovida por el también asturiano Saturnino Martínez que se había establecido desde enero de 1866 y que consistía en que alguien leía desde una tribuna mientras los demás operarios trabajaban. 

Durante la jornada de trabajo los tabaqueros escuchaban las lecturas en voz alta, que iban desde el periódico hasta el «Quijote» o las novelas de Dumas. Este cargo era prestigioso y se encomendaba a personas ilustradas. Después de haber sido lector en las tribunas de «La Majagua», «La Habana Elegante» y «Henry Clay», en 1902 sustituyó en la tribuna de Romeo y Julieta, al periodista cubano Víctor Muñoz.

El salto de la lectura a la escritura lo dio Celestino Álvarez de manera bastante natural, haciendo su aprendizaje periodístico en «Renovación» y «El Noticiero», y pasando poco después al legendario «Diario de la Marina», del que era propietario otro asturiano, Nicolás M. Rivero. En 1919, sin abandonar el «Diario de la Marina», se encarga de la dirección de la revista ilustrada «El Progreso de Asturias», patrocinada por la Sociedad de Instrucción Naturales del concejo de Boal. Celestino la componía, corregía, maquetaba, ordenaba los grabados, rellenaba los recibos, se entendía con los colaboradores, las más de las veces por carta, etcétera, y su esposa, cuñadas e hijas se encargaban de empaquetar los ejemplares que se enviaban por correo. Y esto sin dejar de trabajar como reportero del «Diario de la Marina».

En el verano de 1946 vuelve por primera y última vez a la tierra natal, relatando con detalle su viaje y sus emociones.

“A las siete de la tarde, coronamos el Pico de Penouta. Allí está la vieja casa centenaria que azotaron mil tormentas de nieve y granizo y los fuertes vientos del Norte... A nuestros pies está Boal. Bajemos despacio”.

A él se debe la producción de dos obras literarias: Los boalenses, prologado por la coañesa Eva Canel, y El reflector sobre España, relato del viaje a su país de origen en 1946 y en el que recibió el título de Hijo Predilecto del Ayuntamiento de Boal. Es, además, el primer emigrante que recibió el título de Hijo Predilecto de Asturias.

Falleció en La Habana en el año 1957.

En 2009 se editó Antología periodística de Celestino Álvarez en El Progreso de Asturias de La Habana, de los autores Moisés Llordén y José Manuel Prieto.